viernes, 6 de marzo de 2009

El cielo


Dicen que los fetos son los que se encuentran en mejor estado que ningún humano.
Que el vientre de la madre le da toda la armonía que necesita aun viviendo en soledad.
Y pensando en las creencias de diferentes religiones he pensado que es posible que el cielo sea eso…
En unas religiones dicen que la transmigración de las almas es algo verdadero, y lo cierto es que si no fuese así, ¿a dónde irían todas las almas? ¿Todos los seres espirituales?
Lo cierto es que es algo que me hace pensar bastante, por que los cuerpos a nivel biológico son cosas entendibles y explicables dentro de las posibilidades científicas y vitales que actualmente encontramos en la vida, ¿pero qué pasa con las almas? ¿De dónde vienen y a donde van?
Está claro que las almas son verdaderamente superiores a lo biológicamente establecido, y sin ellas un ser humano no sería nada... Tal vez como los animales... o tal vez no porque ellos también tienen aunque no se haya manifestado aparentemente. Y es que tendemos a creer que los animales son inferiores, pero supongo que eso, aunque a nivel científico tenga su verdad a nivel espiritual no se sabe...
Digamos que esto es un poco como lo de la creencia o no en Dios. Científicamente no se puede decir ni que exista ni que no, pero sin embargo la creencia en él hace que las personas se comporten de unas maneras que hacen que sus vidas fluyan y lleguen a un punto donde la felicidad y la plenitud es parte de ellos.
Pues bien, tal vez el termino del cielo y el infierno no sean más que la unión de diferentes cosas...
Si la transmigración de las almas existiese yo entendería el cielo como aquel momento en el que nos encontramos en el vientre de nuestra madre, donde todo es armonía, y aunque a nivel biológico no seamos grandes cosas somos ya.. nuestra alma está ahí, en el cielo.
Pero esto aunque en la nueva vida no tenga explicación biológica, puesto que los rasgos físicos no son más que un conjunto de genomas de progenitores sexualmente opuestos.. a nivel espiritual es mucho más que eso.. y es que queramos o no en nuestro interior hay características, gustos, y recuerdos que tenemos “olvidados” del periodo anterior.. es decir de la otra vida o las otras vidas y de los acontecimientos que sucedieron en nuestro cielo.
Tal vez esa sea la razón por la que todo aquello que tiene que ver con el momento en el que nos encontrábamos en el vientre de nuestras madres nos da esa paz y esa armonía que necesitamos en la vida.
¿Y por que eso no puede ser el cielo entonces?
Cambiaríamos entonces la definición de cielo tradicionalmente establecida por un cielo que no sería más que un paso, un proceso en el que hacer de los recuerdos, olvidos (aunque solo a nivel memorístico intencional) y en el que prepararnos para la nueva vida adquiriendo lo que serán nuestros nuevos gustos, acordes a nuestros padres (que esperan a fuera nuestra llegada) y acordes al contexto que marcará la que será nuestra próxima vida espiritual.
Y después de todo esto... Solo se me ocurre decir: ¿Y por qué no?
Una canción perfecta para este cielo

miércoles, 4 de marzo de 2009

Adrian y sus palabras mágicas


Jamás supe de la existencia de tales palabras mágicas. Si que sabía que Papá o Mamá lo eran, o cualquier palabra que un niño pudiese decir por primera vez. Pero desconocía de que un “esa es mi profe de inglés” tuviese tanto poder como para hacerme sonreír, emocionarme y darme ganas para emprender un día y otro y otro.
Y si esas palabras van seguidas de una cara de orgullo increíble con una sonrisa tan grande como sus ganas de jugar, en un niño de 4 años… creo que no hay nada que pueda remplazar el verdadero sentido que te da para lo que realmente crees que es lo que debes hacer, lo que realmente escogiste para ser, lo que elegiste para dedicar el resto de tu vida…
De verdad que en mi memoria siempre quedará ese momento donde mi pequeño hombrecín dijo esas palabras mágicas.

Gracias Adrian, por hacerme feliz hoy, y todos los próximos días de mi vida.
Gracias por darme fuerzas para seguir con esto, por demostrarme que una vez más, un pequeño gesto vale más que todo el oro del mundo, incluso si el gesto no viene intencionado