La verdad es que no soy capaz de reconocer la razón por la cuál aquel primer día de clase apareció y entonces sentí ese impacto de inmediato. Jamás me había pasado antes y realmente me resultó muy pero que muy llamativo.
Supongo que unas cosas se iban sumando a las anteriores y al final colapsó el meteorito. Y es que me tiré a la piscina varias veces; fui demasiado honesta con mis acciones y demasiado generosa y cooperativa.. bueno, no sé si esa es la palabra exactamente. Creo que me pasé en mis intentos de ayudar y digamos que me di cuenta, según pasaban los días, que realmente no se puede ayudar a alguien que no quiere ayuda alguna. Alguien que no quiere, concretamente, tu ayuda.
Tuve días a su vez en los que desee no haberte ayudado en absoluto y reconozco que aún no me termina de hacer gracia el hecho de que sigas teniendo mis libros de la carrera, pues son míos y es como abrirte mi corazón y mi sabiduría cuando creo que realmente no lo mereces.
Al principio me hacías recordar un poco a personas que anteriormente no me pusieron muy fácil mi día a día, pero no tengo el tiempo necesario para invertir en ti y en ganarme tu confianza y tu amistad, como hice con ellas. Por eso tomé la decisión de hacer la opción opuesta; que cada una vaya por su camino y no tengamos nada que ver la una de la otra salvo que, una vez, fuimos profe-alumna.
No quiero nada más de ti, y reconozco que me ha costado varios días, casi semanas, en aceptar todo y en tomar esta decisión. No es fácil para mi, por mi forma de ser, dejar a alguien, a quien admiro, atrás. Pero la vida te enseña que no siempre has de enriquecerte y llevarte a tu vida a todas esas personas que admiras. Algunos simplemente han de ser estrellas fugaces y tienes que aceptarlo y disfrutar de ellas ese poco tiempo que las vas a ver o tener cerca, por quiénes y cómo son. Sin más vueltas.